lunes, 14 de diciembre de 2015

La Moneda Visigoda (y III)

En Bizancio no encontramos a los dos coemperadores poniendo sus manos conjuntamente en la cruz hasta el segundo reinado de Justiniano II, es decir entre el 705-711, por lo que el modelo visigodo es el que introduce una variante sobre el bizantino, que más tarde éste añade a los suyos.

En los reversos de ambas monedas el nombre del monarca asociado, Witiza, y las mismas leyendas abreviadas y como motivo principal los nombres de la ceca, ISPALI y MENTESA, en monograma.

El monograma es otra innovación, en cuanto a diseño, aportada por los visigodos, ya que la ceca en monograma se encuentra a veces en moneda griega y romana pero nunca como motivo principal. 29 Otra de las principales innovaciiones introducidas, esta vez con marcada influencia religiosa, es el busto de Cristo de frente con nimbo crucífero.

Es decir, que el busto no representa al monarca sino a Cristo. Sin duda esto puede ser debido a la política del rey Ervigio (680-687), que buscaba gobernar con el apoyo de los obispos y legitimar su poder como “ungido del Señor”, tal y como puede verse en las resoluciones del XII Concilio de Toledo (681). Como vemos en la figura 8 esta representación fue copiada, y sensiblemente mejorada, unos años más tarde por el emperador bizantino Justiniano II (685-695). A los datos generales antes mencionados hay que añadir otro relacionado con las diferencias estilísticas que se aprecian en los tipos según se hayan realizado en una u otra ceca y provincia.

El reino visigodo estaba dividido en seis provincias (figura 9): Baetica, Carthaginensis, Gallaecia, Lusitania, Narbonensis y Tarraconensis. Sorprende la enorme cantidad de talleres monetarios o cecas activas que existieron, sobre todo en la Gallaecia y en la Lusitania bracarense.

En la actualidad conocemos un centenar de ellas, ya que desde la publicación de una nueva ceca, por Ruth y Francisco Pliego en Gaceta Numismática (marzo de 2007), pasan a ser 101.

Esta abundancia de talleres monetarios plantea una enorme dificultad para su identificación y localización, pero afortunadamente cada provincia acuña en todas sus cecas con un estilo propio y, fijándonos en el estilo de sus tipos, principalmente en el busto del rey, podemos determinar a qué provincia o zona geográfica pertenecen.

De hecho, muchas cecas de localización incierta podemos ubicarlas genéricamente en la Gallaecia y en el norte de la Lusitania gracias a esta circunstancia.

A veces, localidades limítrofes de otra provincia pueden seguir ese estilo, lo que nos permite situar una ceca de localización incierta en una zona determinada.

Es decir, que cecas que pertenecen “oficialmente” a una provincia, pero que se encuentran en la frontera con otra, pueden usar “prestados” sus tipos de la segunda, como por ejemplo es el caso de Mentesa con respecto a la Baetica o el de Valencia de los edetanos con respecto a la Tarraconensis (Figura 10).

La moneda visigoda ha sido objeto de diferentes intentos de catalogación.

Los primeros trabajos fueron obras de Luís José de Velázquez y del padre Flórez, en el siglo XVIII. Anteriormente trataron sobre ella, aunque únicamente como fuente histórica, Diego de Covarrubias de Leyva (1556) y Antonio Agustín (1587).

En el XIX tenemos las obras de D. Aureliano Fernández Guerra, anticuario de la Real Academia de la Historia, de Álvaro de Campaner y, especialmente, de Alois Heiss, la más completa hasta entonces.

De este periodo hay que mencionar el magnífico Catálogo de la colección de monedas de Vidal Quadras.
Las publicaciones más completas las harán, en el siglo XX, Mateu y LLopis en 1936 y George Miles en 1952, junto a D. José Amorós, que realiza la catalogación de la colección del Gabinete Numismático de Cataluña.

Desde entonces y hasta la reciente publicación del Corpus Nummorum Visigothorum, se han realizado catálogos como los de Chaves, Cayón o Gomez Marquez; capítulos dentro de obras generales como los de Grierson o Benages; estudios de temas específicos como los de Crusafont, Alan Walker, Cores o Balaguer, entre otros, sin olvidarnos de los catálogos de colecciones como la de la Real Academia de la Historia o la del Instituto Valencia de de Don Juan. 

JESÚS VICO Mª CRUZ CORES
http://www.numisane.org/Gaceta/GN169.pdf

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