sábado, 7 de marzo de 2015

Historia del Olivo en la Zona de los Montes de Toledo

El cultivo del olivo en la Zona de los Montes de Toledo, aunque introducido durante de las colonizaciones fenicias y griegas, se potenció en tiempos del Imperio romano. 

Es especialmente, en los años finales de la República cuando este cultivo aumenta considerablemente y su presencia se detecta en el sur de la Sierra de Gredos. Durante la invasión musulmana hay escasa referencias del olivar en los Montes y en la Mancha en general, lo que hace suponer que los olivares no eran muy abundantes en esta zona y las plantaciones que pudieran existir en esa época tenían un escaso número de pies, eran muy diseminadas y su producción destinada principalmente al consumo local.



Los documentos mozárabes relativos a Toledo y su tierra mencionan el cultivo olivarero, pero nunca ocupando extensiones importantes. Se aprecia una zona de cierta profusión en el término de Talavera de la Reina.

 Aun siendo escasas las referencias, el cultivo del olivo en el reino toledano se conocía con bastante perfección, como reflejan los tratados agrícolas de Ibn Wafic, aunque a través de ellos no es posible determinar la superficie que ocupaba el cultivo en la zona. En la España de los Reyes Católicos el gazpacho con aceite y vinagre constituía una parte básica de la dieta alimenticia de esta zona. Posteriormente, la importancia que concede Alonso de Herrera al cultivo del olivo y al aceite mismo, en su Agricultura General, lleva a pensar que en el siguiente siglo el olivo se potenciará de manera significativa.

Durante el siglo XVI se produjo una expansión agraria basada en el aumento de la extensión de tierras cultivadas con intensificación de roturaciones. Se colocaron olivos en las tierras de peor calidad siguiendo la tendencia del autoabastecimiento, aunque las barreras políticas e institucionales y la oposición de los ganaderos, integrados en las clases dirigentes de los concejos, impidieron que estos árboles alcanzaran una posición privilegiada como colonizador de baldíos.

En la provincia de Toledo, las comarcas olivareras que gozaban de una cierta tradición en esa época está mejor delimitadas: el triángulo Torrijos –Santa Olalla-Val de Santo Domingo, por un lado, y Talavera al oeste.

Durante el siglo XVII se produjo una ligera expansión de los olivares, y de esta época se conservan numerosos documentos de dotes, contratos de compraventa, planos catastrales etc,. En “Las relaciones histórico-geográficas de Felipe II” (1575-1580) se observa cómo se distribuían los olivos a lo largo del Tajo, apareciendo citados olivares en diversos municipios que hoy forman parte de la zona geográfica de la denominación de origen. 

La relevancia de la oleicultura de esta zona cambia completamente durante el siglo XVIII, pasando de un papel complementario a convertirse en una importante actividad. Este cambio tuvo lugar debido especialmente a la expansión demográfica y agrícola que se produjo en ese siglo.

En las Reales Cédulas de 1748 y 1779 sobre repoblación forestal se describe como se iniciaron los cultivos olivareros en zonas donde antes estaba ausente, como en el caso de Mora y sus entorno. Aunque en esa época el olivar todavía no tenía la misma importancia que adquirirá en el siglo siguiente, hay síntomas claros que marcan un signo expansivo de este cultivo, eso sí, con una escasa uniformidad en el reparto por partidos o términos.

En esa época vemos cómo existían 20.000 fanegas de tierra de olivar agrupadas entre los términos de Yepes, Dos Barrios, Noblejas y Villarrubia de Santiago. 

En el triángulo de Torrijos la importancia olivarera no ha decaído y hay cifras considerables para la cosecha de 1782. La comarca de la Sagra contó con su presencia combinada con la de viñas.

En este siglo el olivar también se extendía de forma lenta por algunos términos de Los Montes situados al norte de Ciudad Real. Se escogían para su plantación las tierras marginales y la mayoría de su producción se destina al autoabastecimiento.

Las plantaciones eran generalmente pequeñas, inferiores a un centenar de pies. Ocupaban superficies de las demarcaciones locales. Como curiosidad, podemos citar algunos textos escritos por los ilustrados de la época, en los cuales se habla de las técnicas utilizadas, poniendo de relevancia algunas de ellas. Éste es el caso de la “Memoria sobre el modo de sacar aceite a costal”, escrita por Nicolás de Bargas y en la que en numerosas ocasiones se hace referencia a la calidad del aceite obtenido. De esta época encontramos además numerosos documentos manuscritos referentes a la propiedad y compraventa de olivos y aceite.

En el siglo XIX los plantíos siguieron avanzando gracias a la liberación de la propiedad de la tierra y a sucesivas alzas en el precio del líquido. Ya a finales del siglo XVIII, Francia constituía para estas poblaciones un mercado de exportación del aceite y se incrementaron también las exportaciones efectuadas al Reino Unido. Los años de la segunda mitad del siglo XIX se caracterizan por mayores transformaciones del cultivo y por el fomento de la producción, el comercio y el consumo interior.

Las Sociedades Económicas de Amigos del País divulgaban los estudios técnicos elaborados sobre estos temas. Tomando como fuente el Diccionario de Madoz, se observa la presencia de olivares fuera de los núcleos principales que hemos citado hasta ahora, generalizándose el cultivo en toda la zona de los Montes e incrementándose en los términos donde ya estaba implantado anteriormente. Talavera, por ejemplo, obtenía una media de 25.000 cántaras anuales. 

D. Tomás Echevarría y Mayo, en su obra “Datos para el estudio médico-topográfico de la Villa de Puebla de Montalbán”, cita una superficie en este término municipal de 1.096 hectáreas dedicadas a olivar, así como una cantidad de veinte a veinticinco mil arrobas de aceite ”de superior calidad” almacenadas anualmente.Posteriormente se observa un período de ligero estancamiento entre los años 1890 a 1912, aunque mucho menor que en otras zonas de Castilla-La Mancha.

A partir de 1907 se observa una recuperación de la superficie olivarera en cuanto a la mejora de la calidad aceitera, y un aumento de la productividad por hectárea, cambiando la anterior coyuntura regresiva. Es en éste momento cuando se produce el “despegue” de la zona de Montes de Toledo, tanto en las características de calidad como en las producciones, aunque en este último aspecto no se alcanzan las cotas de los rendimientos andaluces como consecuencia de unas condiciones climáticas más continentales y suelos de peor calidad.



Existen en esta época dos núcleos muy importantes en la producción de aceite : Mora y Los Yébenes. En el primero de ellos encontramos constancia de las exportaciones realizadas en esta época a Italia. Se trata de aceite de gran calidad, monovarietal , empleado allí para mezclas.

El paraje de esta localidad conocido como “La cañada del Castillo” se convierte en una zona netamente dedicada al olivo.Cabe señalar que en toda la zona de Montes de Toledo no se ha producido una variación significativa en cuanto al tamaño de parcelas de cultivo del olivar, y que más concretamente en las plantaciones que aparecieron en estos últimos siglos, y en oposición total a lo que ocurrió en otras áreas geográficas, las nuevas propiedades olivíferas no habían estado destinadas anteriormente ni a cereales ni viñedos, sino que se establecieron sobre nuevas roturaciones, actuación que partió de los pequeños y medianos propietarios ante las buenas perspectivas aceiteras. Hasta 1950, la expansión es creciente.

En la obra La Provincia de Toledo de Luis Moreno Nieto (Imprenta Diputación Provincial. Toledo,1.960), se citan el olivar y la producción de aceite como de gran importancia en la zona, señalándose la existencia de gran cantidad de almazaras en la mayoría de las localidades y citándose la importancia de la exportación y la valoración que en el exterior se hace de la calidad de nuestros aceites. 

En esta época se empieza a celebrar en la localidad de Mora de Toledo la Fiesta del Olivo, que continúa teniendo lugar en nuestros días, como demostración de la enorme importancia que el cultivo del olivar alcanza en la zona, habiendo alcanzado gran renombre a nivel nacional.

A partir de la segunda mitad de este siglo se produce una nueva regresión en el cultivo debida sobre todo al bajo rendimiento comparativo con otras zonas de producción.

Sin embargo nuestros olivares, antiguos y tradicionales, han introducido mejoras tecnológicas que reducen costes y las industrias han modernizado las técnicas de elaboración del aceite en las últimas décadas para asegurar que éste producto alcance la máxima expresión en cuanto a calidad, sea estable y se elabore en las mejores condiciones de higiene. La renovación de las instalaciones ha sido total, incorporando las más modernas técnicas de extracción y almacenado del producto y cuidando de manera exhaustiva los más mínimos detalles para conseguir los mejores aceites.

http://www.domontesdetoledo.com/index.php/historia

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