sábado, 13 de diciembre de 2014

Los Golfines y el origen de las Hermandades de Colmeneros ( I)

A partir de las hermandades del llamado ciclo de Escalona, es decir, las formadas por esta localidad con Ávila, Plasencia y Segovia, o la impulsada por Alfonso VIII en el este de la región, desde Ocaña a Cuenca y Cañete.

Sin duda, tras todas ellas subyace la necesidad de seguridad jurídica al pasar por diferentes términos, asimismo presentan una mínima institucionalización y la última, por ejemplo, alude expresamente al quebrantamiento de caminos

. Pero en este trabajo nos situaremos para empezar ya entrado el siglo XIII y utilizaremos como hilo conductor una institución tan peculiar y especializada en lo penal como fue la Santa Hermandad Vieja de Toledo,Talavera y Ciudad Real, o Hermandad de los Montes como se decía en fechas más antiguas.

Antes de entrar en ella tenemos que detenernos en las coordenadas en que surge y para ello es imprescindible hablar de los golfines.

Sólo que cuando se aborda su estudio hay dos aspectos que destacan de entrada: la escasa información que hay sobre ellos y, congruentemente, la atmósfera de leyenda que rodea sus correrías y su misma existencia.

En este sentido, se ha hablado de su aparición durante los largos años de lucha entre cristianos y musulmanes, sin ningún fundamento se ha querido concretar su proliferación en los enfrentamientos que tuvieron lugar en torno a Toledo entre los Castro y los Lara durante la minoría de Alfonso VIII, y no pocas veces los golfines han sido relacionados con huidos, desertores y desmovilizados después de la batalla de las Navas de Tolosa. 

Todas estas versiones aunque se han argumentado en numerosas ocasiones carecen realmente de pruebas y por tanto no merece la pena entrar en su discusión, pero suscitan, sin embargo, dos temas que sí interesa retener, me refiero a la frontera y a a conflictividad nobiliaria.

Ulteriormente, tan numerosos y atrevidos fueron los golfines que llegaron a robar las camas y arcas de plata del soberano, sea Fernando III o Alfonso X según unos u otros, y se agruparon bajo un rey llamado Carchena.

 Por cierto que la primera vez que se recurre a esta narración es en un documento talaverano de la época de Álvaro de Luna2

Por lo demás, no faltan alusiones a castillos desde los que lanzarían sus acciones ni a la presencia entre ellos de moros, empezando por el propio Carchena. En fin, ya he dicho que no entraremos en el análisis de todo esto.

Salta a la vista que se mezclan las equivocaciones históricas -confundiendo por ejemplo la cronología o el nombre de los reyes- con la efusiones literarias y las ansias que tenían los miembros de las  hermandades dieciochescas de buscar el brillo de lo antiguo en tiempos en los cualescontaba más el adorno honorífico que la actividad propiamente policial
.
Volveremos dentro de poco a estos aspectos, digamos que más o menos legendarios, pero antes hemos de buscar un cimiento más seguro. Podemos comenzar, como se ha hecho otras veces, leyendo un párrafo muy breve de la Crónica de Bernat Desclot, un texto catalán que alude a estas bandas identificando a sus integrantes como hombres acostumbrados a las armas y originarios de la España interior, los cuales «van se’n en la frontera del ports de Muredal, qui són grans muntayes e forts, e grans boscatges», robando en el camino que desde el norte iba a Córdoba y Sevilla.

El cronista utiliza la palabra frontera y, desde luego, ese es el concepto que leyéndole vuelve a nuestra mente, más aún si se tiene en cuenta que prosigue diciendo: «e axí aqueles gens roben e prenen de crestians e de sarraÿs»
.
La documentación de archivo, muy escasa y dispersa, nos permite proseguir en nuestra búsqueda. Desde el punto de vista cronológico nos lleva a la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV y en lo geográfico a un ámbito de considerable amplitud que va desde la Alta Extremadura hasta Sierra Morena.

Pero estos pocos escritos lo que no hacen es aportar detalle alguno sobre las características del fenó- meno. En general, son privilegios reales otorgando imposiciones sobre el paso de los rebaños trashumantes, o bien, concediendo lugares, siempre para la defensa de los espacios despoblados y montaraces contra la peligrosidad de estos salteadores

También las ordenanzas de los colmeneros de Sevilla hechas en 1254 hablan no de golfines sino de folguines y contemplan la necesidad de acudir tras ellos en expediciones de hasta ocho días de duración, cuyos costes tenían que pagar los agremiados en caso de carencia de recursos comunes para ello

. Finalmente, y desde una perspectiva general, en las Cortes de 1293 al obligar a los concejos a guardar sus términos de los malhechores se contemplaba como excepción que «non sean tenudos de
pechar el danno que fezieren los golfines a los pastores quando passaren con sus ganados»
.
Llegamos así al año 1300 y a los documentos procedentes de las hermandades viejas de Toledo,Talavera y Villa Real. Como no podía ser de otra manera, los golfines aparecen en ellos con alguna frecuencia, aunque sólo sean meras alusiones para  justificar su origen, pero los más antiguos, de los comienzos del siglo XIV, hablan de ellos en presente y los muestran totalmente activos, recorriendo los montes y causando daños a quienes en ellos encontraban su medio de vida.

Además, nos dice el más antiguo de sus privilegios que los referidos golfines obtenían perdones de la
misma corona y de maestres y concejos. Unos años más tarde, en 1338, al solicitar a Alfonso XI confirmación de las mercedes que ya tenían, los procuradores de las tres hermandades razonaban que en tiempos de Alfonso X y Sancho IV muchos hombres se echaron al monte, proliferando el delito. Por primera vez se mencionaba entonces la leyenda de Carchena, como el apellido llamado «Mi Carchena» formado por los malhechores. 

Lógicamente, todo esto nos autoriza a pensar que los enfrentamientos acaecidos en la última fase del reinado del Rey Sabio habrían propiciado la actividad de bandas armadas, compuestas por un considerable número de integrantes y, según invita a pensar el apellido Mi Carchena, bien organizadas. Acaso los golfines no fueran entonces algo nuevo pero estas noticias hacen coincidir las depredaciones de estos salteadores de los montes con la inestabilidad y la violencia política. 

Además, acabamos de ver que casi toda la documentación existente sobre los golfines data precisamente de fines del siglo XIII e inicios del XIV, abarcando toda la etapa histórica que llega hasta la mayoría de edad de Alfonso XI.

Por entonces, 1320, siendo el rey todavía menor, los hermanos talaveranos no tenían más remedio que acudir al concejo de su villa en busca de apoyo si sufrían denuncias o daños por herir o matar a los golfines, y ocho años más tarde el mismo problema vuelve a salir a la luz al tener que acudir al rey por haber sido apresados dos hombres de la hermandad bajo la acusación de matar a un malhecho.

Ya en el reinado efectivo de Alfonso XI, aunque aludiendo a los años de su minoría, se decía que en el marco de las turbulencias del reino algunos ladrones se habían internado en los montes.

De esta manera se explica la peripecia de los golfines a la luz de una serie de factores que podemos identificar bien: la geografía montuosa en la que se amparan13, la escasa humanización de la misma, el discurrir, no obstante, de caminos que van de norte a sur, y también, sin duda, la conflictividad y las alteraciones nobiliarias.

Este es, por tanto, el contexto en el que nacen las tres hermandades de Toledo, Talavera y Villa Real, si bien, a los factores que hemos aducido ahora mismo hay que añadir otro más para proseguir nuestro estudio, es la explotación extensiva y casi pionera de los montes que se venía haciendo desde tiempo atrás.

Sin embargo, los primeros documentos que sin la menor duda hablan de esta institución no van más allá de 1300, y ninguno de ellos da testimonio de su creación sino que lo que hacen es
reconocer unas realidades ya existentes. 

Consecuentemente, no faltan las brumas alrededor del proceso que, obviamente en los años del siglo XIII, dio lugar a sus primeros pasos, y además entre esa niebla los hermanos posteriores -principalmente durante la Edad Moderna, pero ya incluso en el siglo XIV- dieron pábulo a toda clase de leyendas destinadas fundamentalmente a alcanzar dos objetivos: destacar, por una parte, la antigüedad de la fundación, exagerando todo lo posible, y al mismo tiempo, conectar dicha fundación con la monarquía y hasta con el pontificado.

José María SÁNCHEZ BENITO
Universidad Autónoma de Madrid

Fuentes:
https://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_474_1.pdf
http://www.villadeorgaz.es/orgaz-pasado-montina-3.html

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