sábado, 4 de octubre de 2014

La madinat al-Yahud, o Ciudad de los Judíos de Toledo

La Judería de Toledo
Considerada con justicia como una verdadera ciudad dentro de otra, la madinat al-Yahud, o ciudad de los judíos, consitituye un amplio espacio urbano que ocupa prácticamente el diez por ciento de la Toledo amurallada. 


Dividida a su vez en diferentes barrios, que se corresponden con las distintas etapas de su expansión, la judería toledana es un intrincado laberinto que requiere ser acotado para poder obtener una visión de conjunto de cómo fueron y cómo vivieron los judíos toledanos al menos durante once siglos.

Aunque los documentos escritos más antiguos datan su presencia en el siglo IV, en el contexto de la Toletum romana, la tradición sefardita va más allá y relaciona a los judíos con el mismo origen mítico de la ciudad, considerando probable que los primeros hebreos llegaran a la Península Ibérica coincidiendo con los destierros asirio y babilónico, en los siglos VIII-VI antes de Cristo.


En el plano histórico, la presencia judía está suficientemente probada a partir de la aprobación de medidas antijudías o la confirmación de las anteriores realizada en los diferentes concilios celebrados en la ciudad.

Con la monarquía visigoda (siglos V-VIII), periodo en el que Toledo fue capital del reino, los judíos constituyeron una colonia numerosa, por lo que se puede postular la existencia de una judería al menos desde el siglo VI.

A partir del III Concilio de Toledo, (589) momento en que el rey Recaredo y sus súbditos godos abandonan el arrianismo para convertirse al catolicismo romano, comienzan los problemas de convivencia. Las persecuciones y los castigos que se iniciaron con la conversión de Recaredo provocaron que muchos judíos optaran por convertirse al cristianismo, marcharse o quedarse y aceptar con resignación la nueva situación.

Las hostiles disposiciones legales hacia los judíos toledanos, continuaron hasta la ocupación de la ciudad en el año 711 por las tropas musulmanas. La destrucción de la fuerza visigoda en la batalla de Guadalete de 711, el desconocimiento del modo de combatir árabe y la probable muerte de Rodrigo en la batalla dejó la puerta abierta al caudillo Táriq ibn Ziyad para apoderarse de Toledo en el año 711. Ante la situación de represión, los judíos acogieron a los invasores árabes como libertadores tras la caída del régimen visigodo. Lo cierto es que, la ciudad, desprotegida al llevarse consigo Rodrigo a sucomitatus y a los espatarios de la guardia real, no opuso resistencia, por lo que no sería extraño suponer que la comunidad judía hubieran abierto las puertas de la muralla a las tropas musulmanas mientras los habitantes de Toledo asistían a misa. Leyenda o no, el hecho es que la dominación árabe de Toledo inició un largo período de prosperidad para la comunidad judía.

Los musulmanes, al considerarlos también como hombres del Libro, les dotaron de una amplia libertad. Los judíos asimilaron pronto los usos de los nuevos gobernantes, adoptaron su lengua como vehículo cultural y la utilizaron hasta el siglo XIII incluso en su documentación interna o de carácter religioso. Durante esta época, hasta finales del siglo XI, fueron muchos los sabios judíos que nacieron o fueron educados en Toledo, como Abraham ibn Ezrá o el propio Jehudá ha-Leví. Aquí nació y escribió su obra poética Abraham ibn al-Fakhar, muerto en 1231, Israel de Toledo y tantos otros que arrojaron la luz de su saber en la corte castellana.

Hacia el año 1000 la comunidad judía toledana era insignificante y con anterioridad a esta fecha los datos acerca de su presencia escasean. Se trata de familias que conviven con la población cristiana, comercian y trabajan en el campo. Su suerte corre pareja a la de la Reconquista, cuyos avances y retrocesos repercuten directamente en el estado de cosas. La España musulmana ofrecía grandes posibilidades y un alto nivel de vida. Los judíos de Al-Ándalus aprovechaban el clima tolerante del Califato e hicieron suyos los valores de aquella civilización refinada sin renunciar a sus creencias religiosas.

En 1085 Alfonso VI conquista Toledo y la judería inicia una época de prosperidad y crecimiento demográfico. Los judíos prestaron su ayuda al rey castellano para la conquista de la ciudad y el Alfonso VI les concedió los mismos derechos que a los cristianos. El auge de la comunidad judía se mantendrá con los reyes cristianos al acrecentar su representatividad social y política, convirtiéndose en el siglo XII en la comunidad judaica más importante de la corona de Castilla.El médico y nasí de Toledo Yosef ben Ferruziel, también conocido como Cidellus será el primer ministro del monarca y dará paso a una serie de judíos que tendrán cargos de importancia en la corte de Castilla.

En 1135, con la llegada de los almohades a Al-Ándalus, se produjo la huída precipitada de la población judía hacia Castilla y Aragón, lo que dejó a la España musulmana prácticamente libre de judíos. Los almohades, «los que reconocen la unidad de Dios», o Banu Abd al-Mumin, fue una dinastía musulmana de origen bereber que surgió en el actual Marruecos en el siglo XII como reacción a la relajación religiosa de los almorávides y dominaron el norte de África y el sur de la Península Ibérica desde 1147 a 1269. Ante la intransigencia almohade, las aljamas, como la de Toledo, aumentaron su población con judíos provenientes de la España mulsulmana. Muchos llegaron en 1147, siendo nasí de los judíos de Toledo Judá ben Yosef ibn Ezrá, pariente del poeta.

Las consecuencias de esta emigración masiva fueron decisivas. En Toledo se afincaron poetas, gramáticos, filósofos, científicos, médicos y otros sabios, haciendo de la ciudad su principal destino. El arzobispo de Toledo don Raimundo de Sauvetat, que llegó a ser Canciller de Castilla con Alfonso VII, quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción demandados por todas las cortes de la Europa cristiana. El prestigio de la Escuela de Traductores de Toledo fue tal que ni siquiera las disposiciones antijudías del Concilio de Letrán en 1215 pudieron dañar su florecimiento.

El favoritismo real hacia los judíos fue a menudo causa de tumultos, como la revuelta de 1178, en el que murió la amante judía del rey Alfonso VIII. En esta revuelta también murieron Judá y Samuel Alnaqua. O la revuelta de 1212, coincidiendo con la llegada de judíos que huían de la intolerancia francesa. La respuesta del arzobispo de Toledo fue cargar a la comunidad judía con nuevos impuestos: cada judío mayor de veinte años tendría que hacer frente a un gravamen anual, al tiempo que se les imponía una tasa adicional en concepto de lucro cesante en la compra de casas a propietarios cristianos.

El reinado de Alfonso X el Sabio, fue el de mayor prosperidad y esplendor de la comunidad judía de Toledo. De su situación nos da fe la cantidad en impuestos pagada por la aljama en 1284: un millón de maravedíes. Durante su reinado la judería de Toledo será conocida por su gran extensión, la suntuosidad y belleza de sus edificios públicos y la calidad intelectual de sus rabinos.

Tras la muerte del rey Sabio, los judíos caen de nuevo en desgracia. Durante el siglo XIV, la epidemia de peste negra en 1348 y la guerra entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara traen como consecuencia un profundo malestar social del que son manifestaciones los ataques a la judería en 1355 y 1391. A esto se unió el incendió del recinto del Alcaná, barrio comercial donde los judíos tenían sus tiendas, talleres y algunas viviendas. Hasta el 1222, año en el que comienza la ampliación de lacatedral, la mezquita mayor, consagrada en diciembre de 1086 al culto cristiano, había sido poco modificada. A finales del siglo XIV, se proyecta la construcción del claustro, que comienza a construirse el 14 de agosto de 1389. Hay dudas sobre si el incendio fue provocado por el Cabildo de la catedral para permitir la construcción del claustro proyectado por el arzobispo Pedro Tenorio en la zona del Alcaná.

Las revueltas antijudías de 1391 también llegan a Toledo. El 18 de junio, la judería de Toledo fue atacada durante la noche de manera similar a otras ciudades del reino. Entre las víctimas de la matanza se encontraban destacados artesanos, poetas y hombres de letras. La mayor parte de las sinagogas de la ciudad fueron destruidas o seriamente dañadas.En febrero de 1398, el rey ordenó al alcalde Juan Alfonso y al tesorero mayor Juan Rodríguez de Villareal que hicieran averiguaciones sobre quiénes habían cometido los robos en la judería de Toledo, imponiéndoles a los culpables una multa de treinta mil doblas de oro.

Las desastrosas consecuencias económicas para la ciudad se dejaron sentir muy pronto; especialmente en los particulares, monasterios y otras instituciones religiosas que perdieron las rentas que tenían situadas sobre los tributos de las aljamas judaicas. Los más afectados fueron los capellanes cuyos beneficios eclesiásticos provenían de las rentas situadas en la judería.

En 1411 el dominico Vicente Ferrer llega a Toledo en su campaña de predicación de 1411-1412, y según Francisco de Pisa en su Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo de 1605:

Viniendo a esta ciudad de Toledo, vista la obstinación incredulidad y perfidia de algunos, tomando consigo alguna gente de armas entró por el barrio de la Iudería [...] y en el antiguo templo que ahora llaman santa María la Blanca (que era su synagoga), y a pesar de todos los Iudios la bendixo, y él echando los fuera la hizo iglesia [...] y en ella celebró Missa.

Este testimonio de Francisco de Pisa ha sido puesto en duda posteriormente, porque parece que Vicente Ferrer ofreció su sermón extramuros (puesto que la Catedral no podía albergar a toda la gente que deseaba oírlo), pero es un indicador claro del estado de cosas existente respecto a la comunidad judía toledana.

Tras el Edicto de expulsión de los Reyes Católicos, el 31 de marzo de 1492, la aljama de Toledo desaparece y los edificios públicos de los judíos, con alguna excepción, son repartidos por los Reyes Católicos entre nobles y ordenes religiosas para compensar la pérdida de rentas. Muchos habitantes de la judería decidieron convertirse, pero otros marcharon camino del exilio. Hay varios detalles que nos demuestran el apego que tenían por esta tierra, que también era la suya. Mantuvieron el judezmo allá donde fueron y segundo, y más importante, conservaron las llaves de sus casas pensando en regresar.

No lo hicieron nunca.

Fuente: http://www.redjuderias.org/google/google_maps_print/toledo-es.html

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