miércoles, 4 de diciembre de 2013

En tiempos de Fernando III

Fernando III “el santo”. Siglo XIII (1217-1252). 

Rey de Castilla y de León (Valparaíso, Zamora ?, 1199/1201 - Sevilla, 1252).

Con él volvieron a unirse ambas Coronas, al heredar el reino de Castilla por la muerte de su primo Enrique I (1217) y el de León por la muerte de su padre Alfonso IX (1230).

Las dos herencias plantearon problemas y resistencias, salvadas gracias a la habilidad diplomática de la reina madre Berenguela.

Una vez sometidos los nobles díscolos y unificados los dos reinos, Fernando dio un fuerte impulso a la Reconquista, aprovechando la superioridad militar obtenida sobre el Islam desde la victoria de su abuelo Alfonso VIII en la batalla de Las Navas (1212). 



Dicha empresa habría de conducir a la reconquista del valle del Guadalquivir, que convirtió al reino castellano-leonés en un territorio mucho más extenso que cualquiera de sus vecinos y el único que conservaba frontera terrestre con el Islam (por la supervivencia del reino de Granada hasta el siglo XV). 

[Mapa+Fernando+III.jpg]

En aquel tiempo y con consentimiento del rey y del arzobispo Jiménez de Rada, se colocaron las primeras piedras de la catedral gótica toledana. 

El inicio de esa gran campaña guerrera fue aprobado en la Curia de Carrión de 1224, coincidiendo con las luchas por el poder que se abrieron entre los musulmanes al morir el sultán almohade Abú Yacub Yusuf.

Una tras otra fueron cayendo en manos cristianas ciudades musulmanas tan significativas como Córdoba (1236) o Jaén (1246). Sevilla, en cambio, resistió duramente, exigiendo añadir al esfuerzo militar en tierra la actuación de la flota castellana del Cantábrico bajo el mando de Ramón Bonifaz, que asedió la ciudad por el río y bloqueó el Atlántico para impedir que llegaran refuerzos. 

Finalmente, Sevilla se rindió al rey Fernando en 1248.

Estos dos personajes tomaron a los judíos toledanos bajo su protección por su rendimiento y las ganancias que le producían, impidiendo que se pusieran la divisa judiega, según las órdenes papales.

Hubo en aquel tiempo una polémica del rabino toledano D. Meir ben Todros Haleví Abulafia líder de la comunidad de Toledo, que se opuso a los escritos de Maimónides, llegando las consecuencias hasta los países vecinos. 



Su hermano era R. Yosef ben Todros Haleví.

Yacob Albenech transcribe un escrito de otro hebreo, hablando de las diez sinagogas de Toledoth. Por lo que vemos en las dos que aún quedan en pie, sus técnicas artísticas contienen una sensibilidad hondamente compartida con otras creencias, Toledo no era solo un foco económico y filosófico hebraico, sino también religioso, quedando reflejado en las dos sinagogas existentes, por el refinamiento artístico sin precedente en el que están construidas, una en el siglo XII y la otra en el XIV.

Estas eran nombradas como la sinagoga Mayor, Templo Viejo,Templo Nuevo, sinagoga del Cordobés, sinagoga de Ben-Ziza, sinagoga de Abidarham, sinagoga de Suloquia, sinagoga de Ben Ariyeh y la de Algiada. Entre ellas se hallaban las sinagogas deAlmaliquin, de Susán, del Sofer y Caleros.

Debió de haber otra como mínimo en la judería de los negocios, precisamente por el nombre de una vía, “Calle de la Sinagoga”, que sube hacia San Ginés, pues frente a lo que fue depósito de aguas romano se encuentra un salón con yeserías en su exterior. 

Según es tradición, en una de ellas se encontraba el famoso “Codex Hilleli”,escrito autógrafo del rabino Hilleli “el viejo”, fundador de la Masora, que determinó en la oculta Cábala.

Eran entonces banqueros en Toledo Josef ibn Ezrá, Ibn Máhib y D.Meir cabeza toledana de los Susan. Como prestamista se encuentra“el Barcheloní”. Estos ayudaban al rey con sus ganancias, en sus guerras contra el árabe.

En esta ciudad de Toledoth, los judíos leían el Talmud, su libro de preceptos y celebraban su fiesta del Sabbat, el sábado como descanso semanal pues le dedicaban a orar a Yahvé. Ese día se comía la“adafina”, plato preparado el día anterior, que más tarde se convirtió en nuestro famoso cocido.

También celebraban sus fiestas tradicionales como el Yom Kipur (día del Perdón) entre Septiembre y Octubre, donde se hacía el ayuno mayor, recordando los cuarenta días de Moisés en el Monte Sinaí. LaPascua de las Cabañuelas o de Sukkot, por la alegría de la salida deEgipto, los cuarenta años en el desierto y el maná, durando una semana. 

La pascua de Pessah hacia marzo, por la salida rápida de Egipto, sin echar levadura al pan (pan ácimo).

Se celebraban los nacimientos, haciendo el rito de las Hadas el séptimo día, para desear lo mejor al recién nacido.



 Para la circuncisión se hacían grandes fiestas y las bodas o Ketubot, eran negocios entre familias. En los duelos los familiares se rasgaban las vestiduras en señal de dolor.

Lobera (espada)

Lobera era la espada del rey Fernando III el Santo, hoy en día conservada como reliquia en la Catedral de Sevilla, de donde cada año es sacada en procesión para conmemorar la reconquista de Sevilla en 1248 por dicho rey. Era el símbolo de poder de Fernando III, y así aparecerá en muchos grabados, con espada y orbe en mano, en vez del tradicional cetro. 

Es una espada de hoja plana y dos filos, que mide 0,854 metros de largo y 0,053 por la parte más ancha, disminuyendo, casi insensiblemente, hasta terminar en punta redonda. 

La etimología está discutida, podría ser que la "lobera" era una espada de caza, o que se llevara con el traje llamado "loba", o bien fuese el nombre de la espada, dada la costumbre de la época. 

Leyenda. Según Don Juan Manuel en su Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio, la espada pertenecía originariamente al conde Fernán González. En su lecho de muerte, Fernando III; dirigiéndose a su hijo menor, el infante D. Manuel le dijo: «non vos puedo dar heredad ninguna, mas dovos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grand virtud et con que me fizo Dios a mi mucho bien».

Fernando III y la religión 

El rey Fernando se rodeó de doce varones sabios para que lo aconsejaran en todo, y uno de ellos fue el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. Era un hombre de palabra y cumplía lo prometido aunque le costara muchos sacrificios. Sus mismos adversarios sabían que él cumplía siempre los pactos que hacía. 

Antes de contraer su primer matrimonio, pasó una noche entera rezando, pidiendo a Dios que bendijera su nuevo hogar. En sus cartas se declaraba: «Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima y Alférez del Apóstol Santiago» (sus guerreros decían que en algunas batallas que dirigía San Fernando les parecía sentir por los aires al Apóstol Santiago protegiéndolos). 

El Papa Gregorio Nono lo llamó «Atleta de Cristo», y el Pontífice Inocencio IV le dio el título de «Campeón invicto de Jesucristo». 

Tumba de Fernando III el Santo. Sobre su tumba con inscripciones en hebreo y árabe en la catedral de Sevilla, escribieron este epitafio: «Aquí yace el muy honrado rey Fernando que conquistó y libertó a toda España. 

Fue el más leal, el más franco, el más humilde, el más respetuoso hacia Dios, el más servicial con los demás, y el que siempre supo honrar y pagar muy bien a sus amigos». Se hacía nombrar «rey de las tres religiones», una denominación muy significativa de la voluntad de gobernar sobre una sociedad caracterizada por la diversidad. 

El Papa Clemente X lo canonizó en 1671, siendo el segundo rey español, considerando a San Hermenegildo como rey español, que es elevado a la santidad. Su hijo Alfonso le sucedió en el trono como Alfonso X, apodado el Sabio. 

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